Con una ráfaga de fútbol, River se desahogó en el momento preciso. Con más decisión que paciencia, alcanzó la igualdad con lo justo frente a un rival de los más exigentes que le proponía el campeonato y ante lo que significa jugar en el Monumental, donde no puede ganar después del peregrinaje por Parque Patricios y el Bajo Flores.
Sánchez pelea, pero tuvo una floja actuación. |
No sumó tres puntos, es cierto. Al menos con sus argumentos mantiene la confianza, aunque todavía tiene ciertos rasgos por corregir para ser un equipo más confiable. Algo es inobjetable: le cuesta la vuelta a Núñez y contagiarse de la euforia de la gente, que de un lado y del otro, ayer, tuvo un marco de primera división.
A 13 minutos del final, a River los caminos se le cerraban. Central no lo dejaba entrar en el área, achicar las diferencias con Instituto y, para colmo, Jorge Broun le tapaba todos los intentos. La presión jugaba su papel. Y se traducía en nervios que desembocaban en imprecisiones. Hasta que apareció el nombre del gol en River: Fernando Cavenaghi, que volvió a demostrar -y a demostrarse- que juega en otra dimensión frente al arco y que, cuando sus virtudes aparecen, su nivel es superior. Esto, además, lo saben sus adversarios. Y, psicológicamente, influye.
Los jugadores de River se van con la cabeza baja. |
River regaló bastante la iniciativa en el primer tiempo. Allí fallaron Martín Aguirre (impreciso), Ezequiel Cirigliano (no pesó en el medio) y Carlos Sánchez (le costó la puntada final). Domínguez apareció bien de a ratos, con buenos pases en profundidad, y desapareció en otros momentos, cuando se dejó llevar por una jugada de más.
Síntesis del encuentro
River no hacía daño por los costados como en otros partidos y no siempre encontraba a Cavenaghi, que ayer por momentos jugó de espalda al arco rival, casi de pivot, y prefirió salirse para entrar en el área con diagonales. Más allá de lo desdibujado del funcionamiento, el equipo de Almeyda exigió a Broun con un disparo del Chori Domínguez y otro del N° 9. La sociedad que empujaría a la reacción en el segundo tiempo.
Se impone una aclaración: el rival también jugó. Y lo hizo bien. De igual a igual en el comienzo. De contraataque, regalándole la iniciativa al oponente tras la primera mitad del primer capítulo, pero avanzando por el costado izquierdo con Omar Zarif y Gastón Carrizo en forma alternada, pues cambiaron de banda constantemente. Y marcó en forma escalonada, bien; corrió tanto, puso tantas ganas, que le cerró todos los caminos a River. Central no esquivó la fricción y cuando Martín Rivero tomó contacto con el balón fue determinante -en el arranque del segundo tiempo asistió a Castillejos, que mandó el balón a la red por las responsabilidades no asumidas por Ferrero y Juan Manuel Díaz en la marca-.
Partido peleado en todos sus sectores. |
Se vuelve necesario remarcar que el resultado final se ajustó bien a lo expuesto por ambos equipos, más allá de la pelota en el palo de Andrés Ríos, a poco del final. Porque Central lo había buscado y lo había defendido, especialmente por la notable solvencia de Broun. Y, sobre todo, porque River había revertido un primer tiempo flojo con sus mejores armas: Domínguez y Cavenaghi. El conjunto millonario no resultó un huracán, pero sí ofreció ráfagas de un fútbol rápido y con temple, aunque debe sostenerlo por más tiempo y ser más un equipo que un cúmulo de individualidades.
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