La goleada suele tener un efecto ensordecedor, y más si materializa en tiempo de descuento, si sirve para ponerle la firma a un partido que no tuvo un guión uniforme y previsible. El cierre del clásico abrió un abismo entre dos equipos que habían compartido buena parte de un camino sinuoso, con destino incierto para ambos, sobre todo en el primer tiempo. La bifurcación empezó en la segunda etapa, cuando Independiente descubrió una autopista para atacar por la derecha con Villafáñez y Monserrat, y se profundizó con las expulsiones de Zuculini y el insufrible Teo Gutiérrez. Aunque fue exagerada, ya se sabe que las goleadas barren con los matices, especialmente cuando el partido es de alto voltaje y enfrenta a dos conjuntos que están muy dependientes del resultado.
Si bien le pudo haber sobrado algún gol, no hay que quitarle mérito al triunfo de Independiente frente a un Racing que terminó desquiciado, en un descontrol que, por la trascendencia del partido, se cobra víctimas y responsables. El escenario fue lo suficientemente negativo como para que Basile cumpliera con su promesa de renuncia. Y vistas las consecuencias del 4-1 (ver aparte), lo lógico es que también ruede la cabeza de algún jugador.
Más allá de nombres y sistemas (ayer sorprendió con un 4-1-4-1, con Godoy casi metido entre los centrales para tenerlo de frente a Gio Moreno), Cristian Díaz hizo resurgir en este Independiente una vena combativa que antes tenía adormecida. Veamos algunos contrastes sintomáticos. Contra Argentinos, Hilario Navarro regaló el primer gol y el equipo no se levantó más. Fue la cuarta derrota consecutiva, la de la renuncia de Ramón Díaz. Una semana después, en la Bombonera, en lo que ya se constituyó en el gran partido del torneo, Independiente mostró carácter para llevarse un clásico que había empezado siendo suyo (2-0), que cerca del final parecía que era de Boca (4-3) y en tiempo de descuento terminó en un hazañoso 5-4.
Ayer, cuando el encuentro todavía estaba en una nebulosa, Independiente cometió un error que en un equipo susceptible a la adversidad podría haberlo tumbado. Además, la equivocación fue del capitán y emblema, Milito, cuya ascendencia es mayor en una formación con varios jóvenes. Milito perdió la pelota y se cayó sobre la izquierda, desde donde Hauche encontró terreno despejado para encarar y asistir a Gutiérrez, libre para tocar al gol. No sólo se recuperó Independiente de ese fallo, sino que Milito también hizo borrón y cuenta nueva y empezó "otro" partido, con concentración, personalidad y sin que la pelota le quemara en los pies.
En desventaja, el panorama no asomaba favorable para Independiente, que por entonces era demasiado insustancial, poco profundo. Villafáñez, Monserrat, Ferreyra (en posición más central que de costumbre) y Patito Rodríguez son futbolistas livianos y ligeros, que tienden a la dispersión cuando no son precisos ni combinan bien en velocidad. Es lo que ocurría en la primera etapa, cuando Parra quedaba demasiado aislado. Pero se sabe que este delantero no es presa fácil del desaliento. Todo lo contrario: es un gran luchador, guapo para fajarse con los centrales (a Aveldaño no le alcanzaban los brazos para sujetarlo) y crearse espacios. Fue Parra el que forzó una infracción de Aveldaño en tres cuartos de cancha. Vino el tiro libre de Ferreyra, el "Avispa" Velázquez peleó por la pelota con la misma fiereza que emplea para defender y Parra apareció por un costado con un mazazo de derecha para el 1-1.
El clásico dejó material para el qué hubiera pasado si... Porque en la primera acción después del empate, Hauche quedó mano a mano con Gabbarini dentro del área, pero la definición salió por encima del travesaño.
Si hay que asignarle alguna influencia al extraño horario de comienzo de las 12, Racing lo acusó con efecto de siesta en el segundo tiempo e Independiente lo asimiló como un despertador. El clásico se agitó desde que en el primer minuto Pelletieri sacó sobre la línea una definición de Villafáñez, cuya gambeta empezó a hacer estragos por el lado de Licht. Monserrat también se soltó y Racing la pasaba mal, no encontraba la pelota ni las marcas.
En plena efervescencia local, Rodríguez aprovechó para dejarse caer apenas sintió el leve empujón de Zuculini cuando estaba para definir. Penal, expulsión y gol de Parra. Basile armó una defensa de tres zagueros con el ingreso de Cáceres para que Pillud se sumara al medio. El primero en boicotear el plan fue Teo Gutiérrez, con otra expulsión incomprensible. Once contra nueve, Independiente tuvo dudas para defender tres centros (única vía de ataque rival) que podrían haberle dado el empate a la Academia. A la larga, la diferencia numérica se tradujo en espacios libres para los goles de Vidal y Rodríguez. Como ante Boca, Independiente tuvo un final exultante, con los suplentes festejando casi más que los titulares, en una pintura de unidad que se contraponía al descalabro de Racing. A cada clásico, revive Independiente.
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