El Chelsea se ha proclamado campeón de la FA Cup por séptima vez en su historia tras vencer por dos goles a uno a un Liverpool que peleó hasta el último suspiro. Los blues se mostraron superiores en la primera hora del encuentro haciéndose dueños y señores de un partido huérfano de juego. La salida de Carroll varió el rumbo del choque, pero no fue suficiente para que los del Merseyside remontaran los dos goles de desventaja.
Como es habitual en estas citas, la final ha sido un encuentro marcado inicialmente por la tensión, dando ambos contendientes prioridad a la precaución defensiva por encima de todo lo demás. No obstante, pese a las cautelas, el Chelsea mostró una cara más ambiciosa y desde los primeros compases se adueñó del control del partido.
Los blues no desplegaban un juego vistoso, pero ofrecían una sensación de autoridad evidente frente a un Liverpool que hacía aguas en la medular. Gerrard se ha visto forzado a multiplicarse para cubrir la incapacidad de Spearing y Henderson en el doble pivote red.
En el minuto diez los de Londres se encontraron con el gol. Ramires, a pase de Mata, abrió una vía en la zaga de los de Dalglish, excesivamente nerviosa durante toda la final, adelantando a los suyos gracias a un tiro potente que Reina llegó a tocar. José Enrique no pudo frenar al Brasileño que con espacio por delante se está presentando como un jugador letal.
El gol asentó lo que se estaba vislumbrando durante los primeros compases. El Chelsea como bloque evidenciaba ser superior a un Liverpool demasiado timorato y sin ideas. Así se llegó al descanso.
En la reanudación, la tónica se mantuvo. El conjunto de Di Matteo estaba posicionalmente perfecto, ofreciendo una sensación de gobierno incontestable. El Liverpool seguía errático y en el minuto 52 recibió un castigo que se antojaba definitivo. Drogba, con una gran maniobra, batió de tiro cruzado a Reina, subiendo el segundo tanto blue al marcador. El costamarfileño siempre aparece en las grandes ocasiones.
La entrada de Carroll cambió el partido
La ventaja de dos goles parecía una losa insuperable. No obstante, dos minutos después de que Drogba anotara ocurrió algo que varió el rumbo del partido. Dalglish dio entrada a Carroll. El delantero inglés se convirtió en el auténtico ariete de las embestidas reds. Con su ingreso el juego del Liverpool cambió, se simplificó. Balones a Carroll parecía ser la directriz. Y funcionó.
En el minuto 63 el punta se encontró con un regalo de Bosingwa en la esquina del área pequeña de Cech y, tras marear a Terry, soltó un latigazo inapelable con el que batió al guardameta checo que quizás se venció demasiado pronto.
A partir del 2-1, el duelo se transformó en un monólogo de los del Merseyside que con más coraje que juego encajonó al Chelsea en su zona defensiva. Los blues se replegaron en masa, construyendo un muro en su propia área. El Liverpool lo intentaba una y otra vez, pero chocaba contra la zaga del conjunto capitaneado por John Terry, que ha hecho de la solidez defensiva su característica más representativa.
La tuvo el Liverpool
El gol rondó el marco de Cech durante media hora, tanto que hasta alcanzó la categoría de fantasma. Otra vez Carroll, esta vez en el minuto 82, llevó el peligro a la meta del Chelsea. Su cabezazo fue repelido al travesaño por el guardameta blue con la duda de si despejó dentro o fuera de la línea de gol. La tuvo el Liverpool, pero la suerte le fue esquiva, quizá como represalia al juego ramplón que propuso durante gran parte de la final.
Los reds atacaron hasta el último suspiro. Sin embargo, no les fue concedido el premio del empate. El Chelsea se llevó el partido y el trofeo, su séptima FA Cup. Un suculento aperitivo antes de afrontar el plato principal, la Champions contra el Bayern el próximo 19 de mayo.
Fuente: http://www.marca.com
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